El teatro, ese ilusionista travieso, sediento de aplausos; necesita materializar la esencia de las escenas representadas; para ello, juega con toda una serie de elementos, entre los que destaca: el vestuario. Éste permite que las luces empiecen a brillar, pudiendo los actores comenzar su interpretación.
El vestuario, al captar nuestra mirada, actúa como el péndulo del hipnotizador. Sus colores, tejidos..., sirven de apoyo a la acción. Ayuda a definir los personajes, a través de sus ropas los actores pueden preparar su cuerpo para fundirse en el alma del ser representado.
A diferencia de otros períodos, en las representaciones actuales no se espera seguir estrictamente una época. Lo que permite jugar con los colores, las formas, tejidos...Pero, hemos de ser conscientes, de que las compañías teatrales suelen contar con determinados diseñadores, porque poseen un estilo propio: algunos son más lúdicos, haciendo del surrealismo su sello de identidad; otros más clásicos y tratan de ser fieles a los patrones de la época representada, para ello, llevan a cabo grandes labores de investigación.
Los diseñadores asisten a los ensayos, donde son testigos de la construcción y evolución del personaje que interpreta el actor. Trabajan con el director que conduce el montaje general del espectáculo, y juntos toman decisiones vinculadas al tratamiento del vestuario.
En toda función las ropas salen de los armarios para dejar de ser un objeto inanimado, y lograr cobrar vida a través de los actores. Podríamos decir que para éstos se convierten en su segunda piel. Por lo que no podemos restarle importancia y considerarlas un mero ornamento.
El vestuario, al captar nuestra mirada, actúa como el péndulo del hipnotizador. Sus colores, tejidos..., sirven de apoyo a la acción. Ayuda a definir los personajes, a través de sus ropas los actores pueden preparar su cuerpo para fundirse en el alma del ser representado.
A diferencia de otros períodos, en las representaciones actuales no se espera seguir estrictamente una época. Lo que permite jugar con los colores, las formas, tejidos...Pero, hemos de ser conscientes, de que las compañías teatrales suelen contar con determinados diseñadores, porque poseen un estilo propio: algunos son más lúdicos, haciendo del surrealismo su sello de identidad; otros más clásicos y tratan de ser fieles a los patrones de la época representada, para ello, llevan a cabo grandes labores de investigación.
Los diseñadores asisten a los ensayos, donde son testigos de la construcción y evolución del personaje que interpreta el actor. Trabajan con el director que conduce el montaje general del espectáculo, y juntos toman decisiones vinculadas al tratamiento del vestuario.
En toda función las ropas salen de los armarios para dejar de ser un objeto inanimado, y lograr cobrar vida a través de los actores. Podríamos decir que para éstos se convierten en su segunda piel. Por lo que no podemos restarle importancia y considerarlas un mero ornamento.
Un buen espectáculo teatral es capaz de fusionarse con el público y el vestuario como un universo de estrellas embriaga al espectador con un haz de luz multicolor. Como si de un campo de espigas se tratase crea una trama de la cual no podemos escapar; porque su intensidad es tal que nos lleva a tirar del hilo haciéndonos sentir participes de ese juego de ilusiones.
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